Griesa desata una fiesta en la City, pero aún sin signos de reactivación

Por Jairo Straccia|El juez decidiría pasado mañana que el país sale del default técnico. Vuelan acciones y bonos, mientras la economía real espera efectos positivos para salir de la recesión.

Redacción Fortuna

En el terreno económico, el Gobierno está jugando hoy un partido de visitante y sin su público: cuando parece que hace un gol, como el posible acuerdo con los fondos buitre, lo festejan unos pocos, pero cuando le hacen uno, como la aceleración de la inflación tras la devaluación, se lo gritan todos.

En esa disyuntiva, la administración de Mauricio Macri se enfrenta a un momento clave. Es probable que el martes, en la audiencia que está convocada, el juez Thomas Griesa dé otro guiño en favor de la Argentina, levante las cautelares que le impiden pagar la deuda sin cumplir con los demandantes y consagre así la salida del default técnico para el país. Una fiesta que los inversores financieros ya vienen anticipando: la Bolsa subió 9% en la semana, el riesgo país bajó otros 10 puntos en el año (y en 461, quedó por debajo del maltrecho Brasil) y bonos como el Discount en dólares saltaron 18% en el año.

El gran trauma para la gestión que encabeza Alfonso Prat-Gay en Hacienda y Finanzas es que ese “éxito”, que entiende fundamental para conseguir fondos que cubran el déficit fiscal, financiar obras de infraestructura y habilitar créditos al sector privado, no tiene un correlato en “la calle”, al menos en el corto plazo.

Porque la semana que arranca también será el final de febrero, un mes estacionalmente de baja inflación pero que según consultoras privadas esta vez puede terminar con entre 3% y 5% de alza en el costo de vida. No dan ganas ni de mirar marzo, cuando impacten las subas de la electricidad y otros rubros como el arranque del ciclo lectivo, que suelen etiquetarlo como un período “caliente” en el año.

No hay empresario que no repita como un mantra que 2016 será un año de ajustes y que en 2017 se empezará a crecer. Lo dicen también cerca del ministro de la Producción, Francisco Cabrera, un interlocutor habitual con el establishment. Están entusiasmados con que la industria revierta una extensa caída, pero no tienen claro cuáles pueden ser los motores: Brasil pasa del diagnóstico de recesión al de depresión, como señala un trabajo de la Fundación Mediterránea; las compras con tarjeta ya empezaron a crecer menos, producto del desafasaje entre “precios nuevos y sueldos viejos”, como diría Guillermo Oliveto, de la consultora W; y en lo que va del año el transporte de cargas se desplomó 35% según los datos de la cámara del sector.

Sólo disfrutan de un alivio los turistas que compraron para la próxima Semana Santa los paquetes antes de diciembre, el 40% del total. Los que no, se olvidan ya de Miami o de Europa, los lujos de la fiesta del dólar barato que ya terminó, como enumeran los empresarios del turismo.

Puede haber ciertos brotes verdes para la demanda entre abril y junio, cuando coincidan mejoras en un sector de los trabajadores que pagan impuesto a las ganancias, algunos planes sociales y las primeras cuotas de la negociaciones paritarias. Pero el “shock de inversión”, del que se viene hablando desde 2013 como resultado mágico de la salida de Cristina Kirchner del poder, todavía está por verse. Depende en buena parte del enroque entre la negociación externa que encabeza el secretario de Finanzas, Luis Caputo, en Nueva York, y el éxito del plan doméstico de Prat-Gay, cuestionado más por sus colegas dentro del Gobierno que por la oposición.

La apuesta de Cambiemos es entrar a 2017 con el agro, la minería, el crédito hipotecario y la infraestructura como nuevos motores de la expansión, y de la mano de la inversión poder empezar a compensar la caída del consumo popular.

Nota publicada en la edición impresa del Diario PERFIL.

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