Por Ceferino Reato* / En un año de elecciones, para la que faltan nueve meses --un parto--, la política no está ayudando a la economía. El dólar como ancla.
Y este mes comienza ya el periodo electoral, que terminará dentro de nueve meses, en noviembre, si es que ninguno de los candidatos presidenciales vence en la primera vuelta, a disputarse en octubre. Un verdadero parto; nueve meses en que las encuestas y los resultados parciales orientarán las decisiones económicas vinculadas, nada menos, que con la inversión, el nivel de actividad y el empleo, entre otras.
Habiendo atravesado un 2018 tan difícil cabría esperar un calendario electoral mucho más concentrado, pero las decisiones soberanas de tantos gobernadores están amparadas en la ley y son avaladas, al menos tácitamente, por sociedades civiles afónicas o desinteresadas. Nada nuevo: ya se vio cómo la política descargó el peso del ajuste en usuarios y contribuyentes; por ejemplo, en la universalización de las retenciones a todos los productos, y servicios, exportados.
La política no está ayudando a la economía. Sin embargo, esta impresión, bastante extendida, debería ser matizada en dos aspectos. En primer lugar, el gobierno eligió promover desde el inicio algunos sectores, como las aerolíneas de bajo costo y las energías renovables, que están funcionando. En segundo lugar, varios analistas enfatizan que el ministerio de Hacienda está cumpliendo con el plan acordado con el FMI al concretar un necesario ajuste fiscal que augura tiempos mejores; coinciden con quienes señalan que hacen falta reformas de fondo (laboral, previsional e impositiva, fundamentalmente) pero advierten que no es posible esperarlas en un año electoral.
Esta mejora en las cuentas públicas —unida a tres meses consecutivos de superávit comercial y a un menor riesgo aparente de que la ex presidenta Cristina Kirchner vuelva al poder, entre otros factores— explica un mejor escenario financiero en las primeras semanas del año: caída del riesgo país, recuperación de bonos y acciones, y un dólar planchado.
Sin embargo, esa mejora en el ambiente financiero no ha llegado a otros ámbitos de la economía, a la llamada economía real.
No llegó, claramente, a la industria, como lo dijo a fin de enero el titular de la Unión Industrial Argentina, Miguel Acevedo: “El logro para los funcionarios del gobierno es planchar el dólar, pero nosotros nos agarramos la cabeza cada vez que los escuchamos”.
Si es por la marcha del dólar, los industriales seguirán agarrándose la cabeza. La prioridad de los funcionarios del Presidente es que el dólar se mantenga quieto así tengan que apelar a tasas altas durante mucho tiempo.
Es la tan temida recesión con inflación. Pero, los optimistas señalan que tanto la recesión como la inflación están cediendo, y apuestan a una mejora para el segundo trimestre, que debería llegar con la cosecha gruesa. Por las dudas, en forma oficial, el Gobierno ya no hace pronósticos arriesgados.
*Editor ejecutivo de revista Fortuna