Por Jeffrey Sachs* / Los próximos meses pueden ser peligrosos para EE.UU. y el mundo. Conforme su poder se debilite, su inestabilidad será cada vez peor.
El drama de la presidencia de Donald Trump ha girado en torno de si un presidente extremista podría ejecutar un programa político extremista contra la voluntad de la mayoría de los estadounidenses. Hasta ahora la respuesta ha sido negativa, y el resultado de la elección intermedia lo hace mucho más improbable. Pero las frustraciones del presidente estadounidense pueden llevarlo a un derrumbe psicológico, con consecuencias angustiosas para las democracias.
Luego de las elecciones de medio término, desprovisto del control de la Cámara de Representantes, Trump ya no podrá aprobar leyes impopulares. Sólo políticas con apoyo de ambos partidos tendrán una chance de ser aprobadas en las dos cámaras.
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En el frente económico, las políticas comerciales de Trump se volverán todavía menos populares en los meses venideros, cuando agotado el estímulo efímero de la rebaja del impuesto corporativo, la economía estadounidense se enfríe como consecuencia de la creciente incertidumbre sobre la política comercial global, que paraliza la inversión empresarial, y del aumento simultáneo del déficit fiscal y de los tipos de interés. Los mendaces argumentos de seguridad nacional que adujo Trump para la suba de aranceles también serán objeto de cuestionamientos. Es verdad que el preseidente norteamericano podrá seguir nombrando jueces federales conservadores con la casi certeza de que la mayoría republicana en el Senado confirmará sus nombramientos. Y en asuntos de guerra y paz, Trump actuará con un nivel de independencia terrorífico respecto del Congreso y de la opinión pública. Sin embargo, hay tres motivos más para creer que el poder de Trump se debilitará significativamente en los próximos meses. En primer lugar, es muy probable que el fiscal especial Robert Mueller logre documentar ilícitos graves por parte de Trump, sus familiares o sus asesores cercanos. En segundo lugar, los miembros demócratas de la Cámara de Representantes comenzarán a indagar en los manejos impositivos y comerciales de Trump. En tercer lugar, y más importante, Trump no es un simple político extremista, sino que padece lo que el profesor Ian Hughes llamó hace poco “una mente en desorden”, de odio, paranoia y narcisismo.
Los próximos meses pueden ser especialmente peligrosos para EE.UU. y el mundo. Conforme la posición política de Trump se debilite y aumenten los obstáculos que enfrenta, su inestabilidad mental será cada vez más peligrosa. Podría explotar de furia, despedir a Mueller y acaso tratar de iniciar una guerra o reclamar poderes de emergencia para restaurar su autoridad. Todavía no hemos visto al presidente estadounidense totalmente enfurecido, pero es probable que lo veamos pronto, al estrecharse todavía más su margen de maniobra. En tal caso, mucho dependerá del funcionamiento del orden constitucional estadounidense.
*Profesor en Columbia University y director del Centro para el Desarrollo Sustentable.
Copyright: Project Syndicate, 2018