“La banca latinoamericana se prepara para un 2026 de transformación y oportunidades”
Hernán Corral, CPO y Co-Founder de Pomelo, analiza 2025 y comparte sus expectativas para 2026.
Durante años, el sistema financiero latinoamericano convivió con una tensión silenciosa. Mientras las fintechs crecían a un ritmo vertiginoso —con más productos, más tecnología y más usuarios— los bancos tradicionales avanzaban con mayor cautela, condicionados por estructuras heredadas y por un ecosistema de proveedores que ofrecían soluciones estandarizadas para todos por igual. Sin embargo, en los últimos años la transformación digital dejó de ser una tendencia a observar para convertirse en una necesidad estratégica impostergable.
Hoy los bancos ya no solo miran de reojo la velocidad de las fintechs: comprenden que deben competir con ella. Por primera vez en mucho tiempo, se preguntan cómo diferenciarse, cómo construir productos propios y cómo acelerar una agenda tecnológica que, durante décadas, delegaron en partners rígidos que entregaban exactamente lo mismo que recibían sus competidores. Lo que antes se percibía como un alivio operativo —la estandarización— se transformó en una amenaza a su propuesta de valor.
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En paralelo, las fintech más relevantes de la región consolidaron su madurez con una oferta cada vez más sofisticada: tarjetas de crédito, productos de rendimiento, stablecoins, tarjetas globales y soluciones cross-border. Ese avance no solo multiplicó su adopción, sino que también cristalizó un cambio cultural profundo: el usuario latinoamericano perdió el miedo y adoptó los productos digitales como su opción financiera principal. Lo que hace pocos años parecía una conducta de nicho hoy es un comportamiento generalizado de extremo a extremo en la región.
En este contexto, desde Pomelo acompañamos la transformación con una mirada regional y una infraestructura diseñada para escalar. Observamos cómo nuestros clientes crecieron en volumen y presencia geográfica, expandiéndose hacia nuevos mercados con niveles de eficiencia que antes solo estaban al alcance de los grandes jugadores internacionales. Al mismo tiempo, comenzaron a acercarse bancos tradicionales que entendieron que sus proveedores históricos ya no podían acompañar la velocidad y la complejidad del nuevo mercado. La demanda por tecnología moderna, ágil y regional alcanzó niveles inéditos.
De este cambio emergen las tendencias que definirán el 2026.
La primera es la diferenciación. Tras décadas de productos indiferenciados —resúmenes de cuenta rígidos, fechas de cierre impuestas a nivel industria y escasa capacidad de personalización— la banca busca romper con esa uniformidad. La tecnología ya lo permite y, cada vez con más fuerza, empieza a exigirlo.
La segunda tendencia tiene que ver con la adopción de pagos contactless desde el celular. En un período sorprendentemente corto, la región pasó del 1% al 15% de transacciones bajo esta modalidad, impulsada por el transporte, el retail y hábitos digitales que llegaron para quedarse. América Latina comienza a parecerse a los mercados donde Apple Pay y Google Pay son la regla, no la excepción.
La tercera tendencia es el crecimiento acelerado de las tarjetas globales basadas en stablecoins. Su adopción es casi inevitable: mayor aceptación internacional, eliminación de impuestos locales en consumos en el exterior y una experiencia mucho más fluida para un consumidor que compra, cada vez más, en plataformas globales. Lo que comenzó entre nómades digitales hoy se expande a adolescentes, gamers, viajeros frecuentes y usuarios intensivos de comercio electrónico internacional. En Pomelo ya emitimos el 80% de las tarjetas cripto de la región y vemos de primera mano la magnitud de esta ola.
La cuarta tendencia es la modernización del crédito corporativo y el renacimiento de las tarjetas empresariales. En un contexto de menor inflación y mayor previsibilidad, proyectamos un crecimiento significativo del crédito en general y de las tarjetas de crédito en particular —incluido el segmento corporativo— donde muchos bancos ya están relanzando programas que habían quedado desatendidos durante años. A nivel global, este producto vive una etapa de reinvención, impulsada por nuevas tecnologías, mayores casos de uso y oportunidades de eficiencia para empresas de todos los tamaños.
La quinta y última tendencia es la regionalización acelerada del sistema financiero y la llegada de nuevos actores globales a Latinoamérica. A diferencia de la banca tradicional —cuyas operaciones continúan fragmentadas país por país— las fintech más avanzadas nacen con tecnología unificada, diseñada para operar simultáneamente en múltiples mercados y capturar economías de escala imposibles de lograr con estructuras heredadas. Esta capacidad de crecer de forma integrada, sumada al desembarco de empresas globales que hoy miran a la región como su próximo gran mercado, redefine las reglas de competencia para 2026. En ese escenario, la infraestructura regional —capaz de lanzar, escalar y adaptar productos financieros en varios países desde una misma plataforma— se convertirá en uno de los diferenciales estratégicos más determinantes del sector, y es un espacio donde Pomelo ya ocupa una posición única.
Si algo quedó claro este año es que la región ingresó en una etapa en la que la tecnología dejó de ser un soporte para convertirse en el corazón de la estrategia. Las entidades que logren combinar agilidad, diferenciación y escala serán las que lideren la próxima década financiera en América Latina. El 2026 será, sin duda, el año en que el sistema bancario de la región defina, finalmente, quién quiere ser.
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