Si las personas son el recurso más valioso, solo cuidándolas se podrán construir empresas sostenibles, más humanas y alineadas con su verdadero propósito.
Nunca podré olvidar el diálogo que tuve ese día con uno de los empresarios más poderosos de la región. No fue su fortuna lo que impresionó sino que, al profundizar en la conversación, descubrí que su vida personal era un infierno. Su matrimonio naufragaba, sus hijos no tenían ningún interés en estar con él y su salud se iba deteriorando año a año. Cuando quería pedirle consejo a los amigos, sólo le hablaban de negocios. “Ale, tengo una vida fatal”, me confesó al fin. Recuerdo que ese diálogo fue muy revelador para mí porque me hizo reflexionar acerca de las verdaderas implicancias de la sostenibilidad personal.
La sostenibilidad personal no está relacionada solamente con el éxito económico o profesional, sino que existen distintas aristas que componen la posibilidad de que alguien sea “sostenible en el tiempo”. El ejemplo del diálogo con este empresario muestra a las claras que, para seguir adelante, este hombre debía generarse un plan vinculado con su salud física, mental, emocional y social, y empezar a trabajar en esa dirección. No estaba en cuestión cuánta riqueza podía generar sino su mismísima supervivencia.
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Hipotecar el futuro
La ecuación es sencilla: en una sociedad atormentada por el síndrome del burnout, no tener en cuenta al factor humano repercute no sólo en el agotamiento de los talentos de una organización sino también en las bajas tasas de atracción de estas personas, así como en las altas tasas de abandono. Todo esto deriva, invariablemente, en una merma de la productividad y afecta los resultados económicos. No considerar al factor humano es, lisa y llanamente, una hipoteca al futuro.
En general, el problema sigue siendo que a muchas empresas les cuesta invertir en programas que apunten al cuidado de las personas dentro de la organización. El temor principal es que este tipo de iniciativas (lo que hace algunos años se denominaba Work-Life Balance) impliquen un gran gasto. La gran noticia es que el costo económico de cuidar a las personas puede ser muy bajo; la mala noticia, en cambio, es que no hacerlo podría representar un costo altísimo.
Personas sostenibles, empresas con propósito
Numerosas organizaciones, sin importar su tamaño o sector, suelen afirmar que su mayor activo es el capital humano - las personas-. De igual manera, muchas han implementado en los últimos años diversas estrategias y programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Aunque a primera vista algunos puedan considerar que estos enfoques tienen objetivos distintos, en realidad están profundamente interrelacionados. De hecho, podría decirse que la primera —aunque no única— responsabilidad social de una empresa comienza hacia adentro, con el bienestar de sus propios colaboradores.
El concepto de RSE ha experimentado una evolución, pasando de la filantropía tradicional a una visión de sostenibilidad, con etapas intermedias vinculadas a la sustentabilidad y a la más actual ESG, que responde a las siglas en inglés de Environmental (medioambiente), Social (factor social) y Governance (factor de gobierno).
Es importante aclarar la diferencia entre los términos “sustentabilidad” y “sostenibilidad”, que a menudo se utilizan como sinónimos. Mientras que lo sustentable se refiere a algo que puede sostenerse por sí mismo con fundamentos sólidos, la sostenibilidad implica un proceso continuo capaz de mantenerse en el tiempo sin agotar recursos ni generar impactos ambientales irreversibles. Esta última perspectiva proporciona una visión más amplia, holística y a largo plazo sobre la complejidad del mundo.
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El cuidado de las personas
En este marco, cabe preguntarse qué lugar ocupa el bienestar de los trabajadores dentro de las organizaciones. Este aspecto también ha evolucionado con el tiempo: lo que antes se denominaba Work-Life Balance (equilibrio entre vida personal y laboral) ha ido transformándose en conceptos como Life Balanced (vida balanceada), Full Life Integration (integración de todos los aspectos de la vida), One Life (una sola vida) y, más recientemente, Work-Life Fusion o Work-Life Harmony (fusión o armonización entre el trabajo y la vida personal). Todas estas tendencias están estrechamente ligadas al concepto de bienestar o Wellbeing.
A pesar de los cambios en la terminología, persisten indicadores preocupantes que revelan una brecha significativa entre las buenas intenciones y la realidad cotidiana. Según un informe global de la consultora Gallup, basado en el análisis de más de 112.000 organizaciones en todo el mundo, solo el 21 % de los empleados se siente realmente comprometido con su trabajo. Esto se traduce en una pérdida de productividad estimada en 7,8 billones de dólares, equivalente al 11 % del PBI global.
El estudio define el “compromiso de los empleados” como la conexión emocional y psicológica con las tareas que realiza, el equipo y la organización. Sin embargo, este vínculo es dinámico y está influenciado por experiencias y relaciones. Según Gallup, el aumento de emociones negativas como el estrés, la preocupación, la ira y la tristeza fue una tendencia creciente desde 2020. ültimamente, estos sentimientos se mantuvieron en niveles alarmantes, y el estrés alcanzó un nuevo récord: el 44 % de los empleados reportaron haberlo experimentado gran parte del día anterior a ser entrevistados.
Aunque estas emociones negativas no aparecen en los balances financieros o en los planes estratégicos, representan un riesgo significativo para la organización. Ignorar el bienestar del personal no solo conlleva el desgaste del talento, una baja atracción de nuevos colaboradores y una alta rotación, sino que, como dijimos, también impacta en la productividad y en los resultados económicos a largo plazo.
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Burnout S.A.
A nivel regional, la situación no es mejor. Según una encuesta de la consultora Bumeran, más de la mitad de los trabajadores en Latinoamérica no logra equilibrar su vida personal con la laboral. Además, el síndrome de burnout está alcanzando niveles alarmantes.
Por ejemplo, en una reconocida empresa multinacional se realizó un estudio para medir cuántos líderes necesitaban medicación para conciliar el sueño. El resultado fue sorprendente: más de un tercio de ellos habían recibido prescripción de algún fármaco con este propósito, aunque no se pudo determinar cuántos lo tomaban de manera regular.
En otro caso, una empresa tecnológica de referencia en la región decidió eliminar todas las iniciativas de bienestar para sus empleados —implementadas durante la pandemia de COVID-19— debido a recortes presupuestarios. A pesar de la inversión realizada y de las campañas de concienciación desarrolladas, se optó por descontinuarlas sin evaluar el impacto futuro de esta decisión.
En conversaciones con ejecutivos y profesionales de diversas compañías, muchos manifestaron un creciente malestar que se intensificó desde la pandemia. Está claro que la sostenibilidad individual es fundamental para garantizar la sostenibilidad organizacional: si el bienestar de las personas se ve afectado, la empresa también sufrirá las consecuencias.
Dimensiones de la sostenibilidad personal
Cuando hablamos de la sostenibilidad de las personas, nos referimos a la capacidad de mantener y mejorar la propia salud y el bienestar a lo largo del tiempo, contribuyendo también al bienestar de los demás. Esta sostenibilidad abarca diversas dimensiones:
- Física: basada en el equilibrio entre alimentación, actividad física y descanso adecuado.
- . Mental/intelectual: desarrollo de habilidades y capacidades para afrontar desafíos cotidianos.
- . Emocional: manejo equilibrado de las emociones y conexión positiva con los demás.
- . Social: establecimiento de relaciones significativas y redes de apoyo.
- . Espiritual: sentido de propósito y trascendencia, así como impacto positivo en la comunidad.
- . Financiera: satisfacción con la situación económica presente y futura.
- . Ocupacional: disfrute y sentido de realización en la actividad laboral.
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Una inversión emocional
En síntesis, existe el temor de que las iniciativas de sostenibilidad personal impliquen altos costos, pero la realidad es que la inversión económica puede ser mínima y el impacto, enorme. Más que una cuestión de recursos financieros, se trata de una impostergable “inversión emocional”.
Comprometerse genuinamente con el propósito de una organización significa también preocuparse por la sostenibilidad de quienes la conforman en todos los aspectos de su vida. Si las personas son el recurso más valioso, solo cuidándolas se podrán construir empresas sostenibles, más humanas y alineadas con su verdadero propósito.
*Doctor en Ciencias Económicas, speaker internacional y consultor disruptivo. Es autor de nueve libros, entre ellos Liderazgo + humano - Historias de (mi) vida para inspirarnos (2025), El futuro del trabajo ya llegó (2022), Tiempos para valientes (2020), Diseña tu cambio (2019) y El futuro del trabajo y el trabajo del futuro (2017).